Rey Juan Carlos: Que coño pasa?
Rey Juan Carlos: Con el máximo de los respetos, voy a decir algo sobre Juan Carlos I, Rey de España.
Pero con un «igual me da» para todos nosotros, representados eso sí, por los políticos de turno, respecto a quien ahora, se permite la licencia de pedir cuentas de lo que pasa alrededor de la corona.
¿Que-coño-pasa? Resulta que Franco dejó todo atado y bien atado, cuando la palmó.
Y, llega una sabrosísima, colorida y bella democracia, en la que ya ¿por fin? hay derecho a la libertad de expresión, y, por supuesto, libertad para legislar en consenso.
Y ahí entra el ¿que coño está pasando?
NUESTROS leguleyos estudiaron, se unieron, y pergeñaron una constitución.
NUESTROS políticos, se unieron, votaron, y aprobaron esa constitución.
NUESTRO pueblo (o sea nosotros) la acatamos y la aplaudimos en su momento.
¿Y ahora?….¡ahhh…ahí está la madre del cordero!
Ahora, nos metemos en lo que le sale al rey, de la mismísima punta del ….a naríz, para hacer, a costa del presupuesto general.
Ahora, nos ponemos a elucubrar, que sí a donde iba Juan Carlos, que si por qué estaba allí…que se le ha perdido a Juan Carlos cazando elefantes, que explique de donde sacó la pasta etc., etc., etc.
Pues bien, solo se me ocurre insultarnos: GILIPOLLAS…somos una auténtica partida de gilis, y sin -olla suficiente, para poner los cataplines encima de la mesa, y decir: «ya basta señores políticos de mierda» «ya estuvo bueno» de tenernos amarrados con una constitución que está caduca, huele a mierda, y no vale absolutamente para nada.
Y un sin fín de cosas más, que no hay lugar en este corto espacio para enumerar.
¿Que coño pasa? ¡Que hagan otra constitución, ya! Que se dejen de remendar lo que está mal hecho desde el principio, y quiten de una vez por todas una casa –sigo diciendo que con todos mis respetos– que en vez de real….es una Real tontería.
¿Que la casa Real se merece sus atribuciones? Naturalmente…pero las realezas y noblezas incluido Juan Carlos, están absolutamente caducas en el mundo que vivimos y el futuro al que nos encaminamos.
¡Soltemos lastre, y dejemos de adorar ídolos de barro!