El «Capucho» de Jerez (lease capullo)

escrito por castrodorrey

(Esta entrada fue publicada en su dia sin etiquetas… ahora, me parece tan graciosa que vuelvo a repetirla…eso si, con sus etiquetas correspondientes…)

capullo

¡Si señor! Este es «El Capullo de Jerez».

Ilustre y conocido cantaor, sobre todo en los suburbios flamenco-adictos.
(Léase noches interminables, de ingerencias y sugerencias extrañas; esas en que suena en la taberna o tablao, la frase emblema «echa otra copita aquí«; y, casi sin poderse contener tras unas letras por bulería, el «pirriuuum-pirriuuum…¡haaaaa!«; piernas bien asentadas, para dar «la pataita» final…¡ayyy… que noches de embrujo y copla!)
Hace poco, algo más famoso por un asunto bastante «rarito» de latas de gasolina, niños, abuelas, y absoluciones, según se publica en este diario. Además de otras declaraciones de su mujer y familia que siguen renglones abajo de la noticia, que tampoco tienen despercicio alguno; aunque unos días más tarde, su absolución por un juzgado de su tierra de procedencia, que podrán encontrar en esta prestigiosa emisora.
Sin pretender quitarle brasa a esta noticia ¡que la tiene, y bien rojiza! nos haremos eco de una consecuencia, al ser pregonada por un presentador de televisión -como no, y una vez más- en otro telediario de las tres, en la tres, Don Roberto Arce, para más señas.
Pues si; se ve que al buen hombre, dispuesto y dicharachero profesional de la pantalla (en versión noticias) no le sonaba mucho eso de «capullo de jerez». Lo del capullo, seguro que sí, pero en otras acepciones posiblemente. Y…claro…una cosa lleva a la otra, hasta que, en sus retinas aparece la palabrita, escrita en el guión del telepronter ese… je je je je….y él…se diría en un alarde de reflejos: «si será gilipollas el redactor este…pues no va y escribe CAPULLO…de Jerez…¿como voy a decir yo, esto?»
Y ni corto ni perezoso, creyendo que hacía lo mejor del mundo…va y suelta: «El conocido cantaor flamenco capuCHO de Jerez…bla bla bla»
Siiii, si, si…sin nada de mal entendido, ni historias de esas, que lo repitió un par de veces por lo menos. Exactamente dijo: c a p u c h o.
Eso se desprendió de tamaño gazapo. Esa fue la sensación de estos ojos, que estaban pendientes de la pantalla en ese preciso momento. Aparte, el apoyo de los circundantes, que igualmente pudieron saborearlo. Se adivinó, casi, la mueca de extrañeza que debió padecer el dicente.
Y, claro, el desconocimiento del mundo flamenco, ya que por estos andurriales, casi todo el que admira ese arte, escuchó alguna vez hablar del susodicho.
Probablemente, con la picaresca que nos caracteriza, si hubiese visto antes esta foto que aquí ponemos, seguramente se hubiese dado cuenta de lo acertado del apodo…¿por lo frondoso de su melena, quizá?

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