¡Adios tejeringos!!!
Adiós Tejeringos
Curiosa palabra, que se escuchaba muy de mañana -a veces, también en las tardes- por algunas partes de nuestra geografía ibérica. Sobre todo en Andalucía.
«Me pone usté, un duro de tejeringos…» y aquél churrero, palo en ristre, y mofletes enrojecidos por el calor que despedía la fritura, solícito, se ponía en la faena.
Sin pretender rayar en el conservadurismo, puro y duro, son palabras que se añoran. Porque daban mucho para la picaresca. Mira que decir tejeringo… en vez de churros, y ya está. (Aunque, también lo de «churros»…)
Es una palabrita graciosa. Que, al escucharla por primera vez -como me ocurrió a mi de pequeño- todo lo que se viene a la cabeza, nada tiene que ver con lo serio. Se le proyectan a uno todos los tiempos del verbo jeringar, en primera, segunda y tercera persona, sin el más mínimo recato.
«¡¡¡Te-jeringo esto!!! le-jeringó aquello… me-jeringó…lo otro…»
Claro que, si estudiamos un poco lo de jeringar, nos puede llevar a una etimología bastante acertada. Jeringar y jeringuilla, va muy relacionado. Y la jeringuilla, ya se sabe para que sirve.
Me asusta pensar, que se pueda decir me-jeringo, e ciertas actitudes desastrosas para la salud. No, eso no.
Pero jeringar de otras maneras, está muy simpático. Y da para mucho elucubrar en determinadas circunstancias. Sin duda.
Y ¡naturalmente! que todas las mañanas, en el puesto del aguerrido churrero, se podría evocar una y otra vez lo del «jeringamiento» tan particular, de un cilindro tan preciado.
De alguna forma y manera, la picaresca funcionaba a la par que el idioma. En argot, o no, no dejaba en descuido a la inclinación meramente perspicaz.
Ya no se escucha…ya, solo se puede oír churros, porras, calentitos, calientes, masa frita…¡pero! no se lo pierdan, que de igual manera dan mucho a la agudeza. Eso de…calentitos…¡hum!
En fin, sin dejar de lado la pasión por el lenguaje, se pueden asociar infinidad de expresiones de nuestro riquísimo idioma.
Y la mencionada infinidad de expresiones, que no por insólitas que parezcan -en muchos casos incomprensibles– pero cuando más curiosas al mil por cien.