Tortura/LA CORRIDA DE LA TORTURA

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Preciosalamina

LA CORRIDA DE LA TORTURA

¡Bonita estampa…a que si?

Pues, aunque nadie lo crea; aunque cualquiera pueda imaginar que este precioso toro, va a morir en la plaza….jeje…¡nada tiene que ver! con la tortura de los sufridos asistentes de la grada.

Y todo empezó, porque a ciertos señores/as que, aposentados en sus respectivos escaños, NO LES DABA LA GANA, de sentarse como es debido.

Comenzaré, tratando de explicar un poco todo este lio:

Antes que nada, decir que, a pesar de no ser «una curiosa expresión» del idioma que tanto nos gusta, si que es una curiosííííísima expresión de formas.

De formas o maneras, de ver un espectáculo de tanto colorido y plástica como este.

Además, de los consiguientes chascarrillos y algún que otro exabrupto que se puede escuchar, producido por lo incómodo de la situación.

Para los que no sepan de que va esto -lo de los toros, me refiero- decirles que los asientos de grada, son exactamente eso: una grada con cuarenta centímetros de espacio para cada culo, y sesenta de altura para las piernas, contados desde donde se dobla la rodilla.

De modo que, solo hay que dibujar mentalmente una escalera, en la que todos los peldaños se ocupan por absolutas posaderas -muy lozanas algunas de ellas, por cierto- y las piernas donde caigan. Esto, respecto al sentado delante o detrás, a uno por escalón.

Naturalmente, cada uno abre las suyas (las piernas) para acoger el lomo del anterior, y espera ¡¡con inusitada devoción!! que el de atrás haga lo mismo. Pero, claro, si toca detrás una señora con falda…!!!

Aunque en mi opinión, tendría que dar igual; pues volver la cara para mirar lo que supuestamente se podría ver, es tarea de todo punto imposible.

Ahora, solo queda trasladar toda la sentada -que ya estará en la cabeza de cada lector- al tamaño de una rueda muy grande, cortada solo por los pasillos de acceso, que habrá uno cada veinticinco metros, aproximadamente.

¿Como en latas de sardina…? Másssss….mucho, mucho, más. Pues al menos las sardinitas están tumbadas a todo lo largo. O sea, una auténtica tortura.

Cosa que, en el caso que nos ocupa, serían sardinas dobladas por la cintura, creciéndoles rodillas en la espalda; sintiendo el calor de la espalda de la sardina de alante; oliendo todo lo que se puede oler, de no digamos ciertas partes a derecha o izquierda (y, sobre todo, al sur)

Y, si jugamos algo con la poesía de los clásicos, comparar -aunque las comparaciones sean odiosas- aquello de: «Erase un hombre a una nariz pegado…erase, una nariz superlativa…érase, una alquitara medio viva…érase, un peje espada mal barbado…» que si el ilustre Quevedo, hubiera escrito sobre esta corrida, diría así:

«Erase, un hombre a una rodilla pegado….érase, una rodilla súper-dura, inquisitiva….érase, corrida de gran expectativa…érase, un espectador mal jorobado….»

Que nunca es tarde, para hacer una buena y bonita rima. Y más, cuando en la mente aparecen estrofas como esta del Gran Quevedo.

La poesía de la nariz, para mí, una de las mejores sátiras que he visto y leído nunca…

…Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;

Y eso fue todo. Aparte la gran faena del quinto, y un torero que puede ser el más grande, si los toros le respetan. ¿Nombre propio? SEBASTIÁN CASTELLA.

Y las fotos? Propias de mi propia cámara, que para eso si me daba…aún a pesar de la susodicha tortura.